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“Los jóvenes han perdido el miedo al sida”

El doctor Agustín Muñoz Sanz 1La sífilis y la hepatitis C son enfermedades que pueden coexistir en pacientes infectados con VIH y dificultar el tratamiento. Agustín Muñoz Sanz, profesor titular de la UEx y Jefe del Servicio de Patología Infecciosa del Hospital Universitario Infanta Cristina de Badajoz, explica en esta entrevista el reto de tratar a los pacientes que han contraído varias enfermedades por vía sexual

La vía sexual es la categoría de transmisión principal en los nuevos diagnósticos de VIH en España. Gracias a la introducción de los tratamientos antirretrovirales de gran actividad a mediados de la década de 1990, continúa la tendencia descendente de los nuevos casos de SIDA, Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, que es la fase avanzada de la infección por VIH. Sin embargo, el contagio por VIH sigue y no se frena. Según las conclusiones del último informe publicado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad en noviembre de 2014, el contagio entre hombres homosexuales está en ascenso. La infección en el contacto heterosexual le sigue después, y muy por debajo, el contagio que ocurre entre usuarios de drogas inyectadas. Se estima que la tasa de personas infectadas por VIH es de 10,3 por 100.000 en 2013.

Agustín Muñoz Sanz es profesor titular de la UEx y Jefe del Servicio de Patología Infecciosa del Hospital Universitario Infanta Cristina de Badajoz. Es un experto que conoce muy bien el comportamiento de esta infección desde que se diagnosticaron los primeros casos en la década de los años 80. Para Muñoz Sanz, hoy estamos ante un nuevo reto, el tratamiento de los pacientes que han contraído varias enfermedades de transmisión sexual, es decir, son seropositivos y además se han infectado por el virus de la hepatitis C o la sífilis. Existe en estos casos un riesgo de interacciones farmacológicas en los diferentes tratamientos que puede producir efectos secundarios, falta de eficacia y toxicidad. En esta entrevista concedida al Servicio de Cultura Científica de la UEx, Agustín Muñoz Sanz explica este escenario diferente.

El sida puede tardar en aparecer entre 2 y 15 años tras la infección por VIH según cada persona. Conviene recordar qué se entiende por VIH y sida.

El sida es la etapa final de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana. Este proceso, en nuestro país y en Extremadura, ya no debería verse porque los nuevos tratamientos impiden la evolución del virus y que haya un daño inmunológico. Sin embargo, el problema que vivimos aquí en los años 80 sigue siendo todavía una realidad muy importante en los países no desarrollados.

En Europa, ¿la infección por VIH se puede considerar una enfermedad crónica? Se habla mucho de los estudios que se están llevando a cabo para lograr una vacuna, ¿será una realidad en un futuro próximo?

Estamos ante una enfermedad que no tiene curación pero sí un tratamiento prolongado. En este sentido, tiene ciertos paralelismos con la diabetes y la hipertensión. En la actualidad hay varias vacunas en investigación. Las vacunas que están en desarrollo avanzado más que actuar e inmunizar como lo hacen las clásicas, colaboran con los tratamientos y con la propia inmunidad del individuo para controlar la infección y, por esto, se les llama vacunas terapéuticas, aunque parezca un contrasentido. No previenen la adquisición del VIH sino que complementan el tratamiento farmacológico.  Lo deseable es evitar la infección y si uno está infectado comenzar la medicación de forma precoz. Hay medicamentos potentes, bien tolerados, e incluso más baratos, que pueden actuar desde el “minuto uno” y evitar el deterioro inmunológico de la persona.

A pesar de estas buenas perspectivas, nuevos retos están surgiendo con las infecciones producidas por otros virus además del VIH, en este sentido ¿qué están observando en la evolución reciente de esta patología?

Esta enfermedad es tan compleja como el ser humano. Hace 20 años no podíamos imaginar los problemas con el virus de la hepatitis C en pacientes VIH-positivo, ni con una enfermedad como la sífilis.  Así, tras un análisis de nuestros propios datos sobre la sífilis y, de manera similar a lo que sucede en el resto de España y en el extranjero, hemos comprobado como ha aumentado la incidencia de infectados entre gente joven menor de 25 años, muchos de ellos universitarios o con formación, activos en las redes sociales, es decir, personas a las que les llega mucha información. En la sífilis estamos detectando afectación neurológica, la neurosífilis, muy precozmente (recién infectados). Esta es una enfermedad que los médicos más jóvenes desconocen y que hemos diagnosticado en el 9,2% de nuestros casos.

¿En qué consiste la neurosífilis?

La neurosífilis es la afectación del sistema nervioso central por la bacteria de la sífilis. Son muy numerosos los documentos históricos que en el siglo XIX hacen referencia la famosa demencia sifilítica de grandes pintores, músicos y poetas. Lo que ahora estamos viendo en el hospital son formas precoces, es decir, meningitis linfocitaria aguda, porque el treponema causante de la sífilis, desde el momento en que entra en contacto con la mucosa genital, tiene la habilidad de llegar en muy poco tiempo al sistema nervioso central. Y, si no se sospecha, no se diagnostica a tiempo y, por tanto, no se trata de forma correcta.

¿Y cuál es la relación entre la hepatitis C y el VIH?

Antes, la vía de contagio de la hepatitis C era la transfusión sanguínea y la drogadicción intravenosa. Hoy el control sobre los factores de coagulación en los hemofílicos y las transfusiones de sangre hacen inviable este tipo de contagio. Sin embargo, han permanecido dos formas de contagio que comparten ambos virus,  el VIH y el virus C de la hepatitis. La primera de ellas es el posible contagio por la jeringuilla compartida del toxicómano en el supuesto de la drogadicción intravenosa. Este fue un problema muy grave en los años 80 que afortunadamente ha disminuido de forma sustancial. La segunda vía de contagio que los dos virus tienen en común es la sexual.  Si una persona se infecta por vía sexual del VIH se puede infectar también del virus C o de la sífilis. En un solo acto sexual sin prevención, una persona puede adquirir estas tres infecciones o una de las numerosas enfermedades de transmisión sexual que existen.

Esto inevitablemente debería tener consecuencias en el tratamiento del paciente.  ¿De qué manera le afecta la infección por el virus de la hepatitis C o de la sífilis?

En el caso del virus del  sida y de la hepatitis C está demostrado que ambos se potencian.  Cada uno tiene un modo de actuar que facilita la actividad del otro.  Lo que se trata es de frenar a los dos o al menos a uno. En cuanto a la sífilis, un paciente seropositivo sin tratamiento está inmunodeprimido y, por tanto,  puede tener problemas para controlar otras infecciones. En cualquier caso y, desde un punto de vista terapéutico, hay que tratar las dos o tres infecciones, lo que significa, además de un mayor coste económico, el riesgo de efectos adversos  y la posibilidad real de interacciones farmacológicas en los diferentes tratamientos, lo cual puede producir falta de eficacia terapéutica y toxicidad farmacológica.

¿Cuál es la prevalencia de casos de personas infectadas por ambos virus? ¿Ha influido la disponibilidad de fármacos antirretrovirales en las tendencias de contagio?

No se trata de un aumento de casos de pacientes coinfectados por HIV y hepatitis C. La cuestión es que el virus C ha sido el gran tapado pues apareció en la escena pública en el año 1989, en plena epidemia del VIH/sida y en pacientes con una esperanza de vida corta.  Tampoco había un test de diagnóstico fiable y no se le prestó mucha atención. La realidad epidemiológica de los años 80 cuando eclosionaron las dos infecciones es hoy distinta. El contagio por vía intravenosa es menor, en la actualidad prevalece la transmisión sexual en el contagio de estos virus. Si tenemos en cuenta las epidemias importantes en ciudades como Londres y Madrid donde han aumentado los casos de infección por vía sexual, sobre todo en homosexuales  jóvenes, quiere decir que el virus busca su forma de mantenerse y  propagarse. En este sentido, podemos decir que “estamos con los mismos protagonistas pero con escenarios diferentes”.

El perfil sociodemográfico muy particular del toxicómano de la década de los años 80, con circunstancias personales y sociales muy duras, que entró en el mundo del sida y la hepatitis C por ignorancia, no tiene que ver con el perfil actual del paciente que acude a consulta por primera vez con el virus del VIH o con ambos virus. Puede ser perfectamente un joven universitario o trabajador bien informado que viaja, es usuario de redes sociales, comparte espacios de comunicación con otros y, sin embargo, se infecta.  La impresión que tenemos es que se le ha perdido el miedo al virus. Además, otro factor puede ser la sensación que tienen algunos jóvenes de invulnerabilidad, piensan que a ellos nos les va a ocurrir el accidente de tráfico o la infección por el VIH.

No hay que olvidar, por tanto, que el VIH/sida sigue siendo unos de los más graves problemas de salud pública del mundo. En África la situación es dramática. El 69% de la población mundial VIH-positiva vive en el África subsahariana. Uno de cada 20 adultos está infectado por el VIH y cada día más de 700 niños contraen la infección. ¿Cuál es su opinión respecto a este problema?

Conozco bien el problema de África porque estuve de cooperante en Kenia. La solución para el SIDA no es fácil, como tampoco lo es para la malaria, el ébola o la tuberculosis. La respuesta está más allá de la medicación y de la impresionante labor que realizan las ONG como Médicos sin Fronteras o Médicos Mundi. Las medidas pasan por que los países africanos adquieran el grado de desarrollo que les corresponde con arreglo a su apasionante historia y a sus derechos. En el comportamiento imperialista Europa con África (luego América) y la política que han protagonizado y protagonizan los grandes países desarrollados está la clave de la lamentable situación africana. Es necesario un planteamiento político económico multinacional con voluntad de reparar el daño causado. Es de estricta justicia. La impresión que yo tengo es pesimista. Por ahora, lo que se está haciendo es parchear en virtud de la buena voluntad de gente profesional muy cualificada y solidaria que están trabajando en el terreno contra estas enfermedades, pero que con seguridad absoluta no lo solucionarán, pues las condiciones no han cambiado o, si lo hacen, es a peor.

 

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