Los transgénicos, un problema medioambiental o una solución a las necesidades de alimentación de un mundo en continuo crecimiento. Este debate y otras reflexiones sobre la naturaleza de los transgénicos, ha tenido lugar hoy en la Facultad de Ciencias, gracias a la conferencia impartida por el especialista en biotecnología de los alimentos y catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Sevilla, José María Vega Piqueres. La charla se ha celebrado en el marco del ciclo de conferencias en conmemoración de San Alberto Magno y ha contado con la participación de la decana de la Facultad de Ciencias, Lucía Rodríguez Gallardo.
Todas las mejoras introducidas a lo largo de la historia en la agricultura, las hibridaciones, el retrocruzamiento desde las leyes de Mendel, ha implicado una cierta transgénesis, ya que el hombre ha llevado a cabo una selección genética entre especies muy similares. Ahora, sin embargo, la transgénesis permite ser mucho más selectivos y obtener resultados de forma más rápida.
Hoy en día, en nuestra mesa consumimos alimentos transgénicos. Por ejemplo, el 80% de la soja es transgénica. En España no hay una agricultura transgénica muy significativa, los principales productores son Estados Unidos, Argentina y Canadá, pero ya tenemos cereales como el maíz Bt que se cultiva transgénicamente. El investigador, originario de Villanueva de la Serena, también menciona el caso de las enzimas, microorganismos y aditivos transgénicos potencialmente transgénicos que pueden añadirse a los alimentos. ¿Convierte esto al alimento en transgénico?
Las ventajas de los alimentos transgénicos están muy relacionadas con la producción. “Permite producir más por hectárea. Además, supone un ahorro significativo de herbicidas e insecticidas. Por su parte, el agricultor, obtiene cultivos más resistentes a las plagas, las heladas y las sequias, y por consiguiente, mayores beneficios económicos”, explica el investigador.
En cuanto al consumidor, y teniendo en cuenta que los alimentos transgénicos llevan en el mercado un periodo de tiempo relativamente corto, desde 1996, no hay constancia de ningún problema relacionado con la salud. “El consumidor también se beneficia de una oferta de productos alimenticios más variada, ya sea en alimentos funcionales o en productos nutracéuticos, por ejemplo la leche terapéutica que producen vacas transgénicas con proteínas humanas”, explica Vega Piqueres.
En cuanto a los efectos de los productos transgénicos a largo plazo, hay mucha incertidumbre. Para José María Vega, un riesgo evidente es la contaminación genética. Si no hay control, una planta genéticamente modificada puede polinizar otras plantas, y afectar a la biodiversidad. Asimismo, en un mundo futuro dominado por la alimentación transgénica, existe el peligro de que unas cuentas multinacionales dominen la producción, ya que hasta ahora la transgénesis necesita de una tecnología puntera solo en manos de los países ricos.
“Como científico y especializado en biotecnología de alimentos, creo que en un mundo donde cada vez somos más, los alimentos transgénicos pueden ayudar a producir más alimentos y mejor, porque esta producción no puede ser a base de cultivar más tierra o pescar más peces”, opina el catedrático. El proceso, iniciado en 1996, es ya imparable y son cada vez más los cultivos con transgénicos. Lo que es fundamental es el control legal. "Así, los ensayos en el caso del salmón transgénico, al que se le introduce genes de su propia hormona de crecimiento o genes de una proteína anticongelante para mayor resistencia a las aguas frías, solo se pueden realizar en piscifactorías, no es posible introducir especies genéticamente modificadas en la naturaleza, los efectos serían impredecibles."