Enrique Moradiellos es uno de los grandes expertos en la república y el franquismo. Como escritor y colaborador de prensa, se ha especializado en el estudio del siglo XX español y de las relaciones hispano-británicas durante este periodo. A partir de su investigación, el catedrático de Historia Contemporánea de la UEx, ha escrito más de veinte libros en algunos de los cuales ha abordado la figura del último presidente de gobierno de la II República, Juan Negrín o Las caras de Franco, una revisión histórica del Caudillo y su régimen. Coincidiendo con el 80 aniversario del estallido de la Guerra Civil, el investigador ha publicado la obra Historia Mínima de la Guerra Civil española (Turner). En este texto el autor trata de recopilar, a lo largo de 300 páginas, cuál ha sido el legado, las causas y las consecuencias de este enfrentamiento bélico.
- Una vez publicado el libro, y aprovechando que justamente hoy, 18 de julio, se cumplen 80 años del estallido de la guerra, ¿se puede decir que este enfrentamiento es ya sólo parte de la historia o está presente en la sociedad actual?
La guerra civil es el origen de nuestro tiempo presente. Todavía viven generaciones que tomaron parte en ella y sobre todo, viven generaciones que sufrieron los efectos de la guerra. Es cierto que el enfrentamiento bélico duró sólo tres años, pero el régimen posterior se prolongó durante cuatro décadas. Se extendió hasta la muerte de Franco, en el mes de noviembre del año 75. Por lo tanto, sí que hay huellas materiales y espirituales de la guerra.
-¿Cree que la cultura política actual es deudora de la guerra?
La cultura política española en gran medida está basada en la guerra aunque sea como referencia negativa: el rechazo a la misma; nunca más la guerra civil. No podemos comprender los años de la transición pacífica sin tener en cuenta que este principio estuvo operando entre la ciudadanía. Fue justamente la voluntad de no repetir ese grave enfrentamiento lo que promovió el consenso. Se facilitó el pacto, la negociación, una ruptura pactada del régimen anterior que no supuso una revancha contra los anteriores vencedores. En ese sentido, la guerra es un elemento de identificación de las generaciones y su mera existencia enseñó a los españoles que es preferible encontrar un acuerdo, aunque no satisfaga las expectativas de todos, antes que ir a una prueba de fuerza a ver quien se puede imponer con la violencia indiscrimada.
-¿Hay otras esferas de la vida donde su proyección quede también palpable?
Sin duda, nuestra pertenencia a Europa, un hecho que para los españoles se convirtió en una necesidad para la autoestima. Justo cuando esta comenzaba a integrarse bajo moldes democráticos de respeto a los derechos humanos y de prosperidad compartida, la excepción franquista, hasta el año 75, fue vivida con inquietud por muchas de las generaciones españolas. Los que tenemos ahora 50 años recordamos que éramos la excepción democrática en la Europa Occidental. España era la única dictadura occidental que permanecía anclada en el legado que dejó la era de los dictadores de los años treinta. El franquismo había estado muy unido al eje ítalo-germano y, si bien no fue beligerante, apoyó sin disimulo al bando de Hitler y Mussolini. Con la victoria aliada en 1945 esa conducta pasó factura en forma de ostracismo y de aislamiento: fuimos excluidos del Consejo de Europa en el 49, no participamos en los procesos de integración para la reconstrucción de Europa, el llamado Plan Marshall, en el 47, y tampoco en la constitución de la OTAN. Ese aislamiento empieza a cambiar con la transición, cuando España solicita el ingreso en la comunidad económica europea, algo que con Franco había sido imposible. Es significativo que, a día de hoy, sea impensable un “Brexit” español porque no tendría apoyo social. Esta es una de las razones por las que la guerra civil sigue siendo un factor explicativo de nuestra cultura política actual: conocemos lo que es el aislamiento internacional y no queremos volver a él.
- Desde su punto de vista, ¿la guerra civil fue un conflicto interno del país que se podría haber evitado o más bien fue una contienda con intereses internacionales?
La guerra civil empezó siendo una contienda interna por motivos estrictamente españoles: divisiones sociales y geográficas, así como tensiones entre clases y conflictos de fidelidad nacionalistas y regionalistas. Todo eso fractura la sociedad y genera un conflicto en el seno del país. No obstante, la guerra fue inmediatamente una contienda internacional por una razón crucial: España no tenía recursos internos ni medios militares para librar la guerra. Las guerras no se hacen a garrotazos, se hacen con armas y era imposible producir en España esos elementos porque no teníamos una gran industria militar. Así que hubo que ir a buscarlos fuera. La ayuda exterior tuvo un resultado inicialmente adverso para los republicanos y muy favorable para los franquistas. El general Franco solicitó ayuda a Italia y Alemania. El apoyo ítalo-germano fue decisivo para que las tropas de franco tomaran la iniciativa y pusieran en marcha sus ofensivas. En total, 80 mil soldados italianos y 19 mil soldados alemanes tomaron parte de la guerra. En el bando republicano se solicitó ayuda a Francia y Gran Bretaña, pero se encontraron con que esas democracias sospechaban que el gobierno republicano era muy débil, que estaba a merced de masas anarquistas y comunistas que no defendían la democracia. Y, por eso, deciden abstenerse y no intervenir. A partir de ahí entra en escena la Unión Soviética, sin la cual el bando republicano habría sido incapaz de resistir casi tres años de guerra.
- Imagino que como en todo, habrá mitos que no sean ciertos en torno a esta etapa de conflicto bélico ¿Cuál le sorprende más?
A título de ejemplo, cabe referirse a la figura del general Franco. Su personaje está siendo objeto de un análisis exhaustivo porque están apareciendo nuevas fuentes informativas, archivos inéditos e, incluso testimonios, que nos ofrecen nuevas luces sobre sus opiniones, sus conductas, su personalidad. Empieza aparecer una imagen distinta a los dos extremos que tanto la biografía franquista como la demonología antifranquista nos habían ofrecido. Para los biógrafos oficiales de Franco, era el héroe que salvó a España del comunismo, el hombre previsor, sabio y prudente. Para los biógrafos antifranquistas era el personaje mediocre, cruel, mera marioneta de Mussolini y del capitalismo español. Lo cierto es que no era el estadista omnisciente y previsor de su propaganda. Pero tampoco un tiranuelo cruel y poco inteligente. No era un Napoleón redivivo, pero tampoco un militar incompetente. Como político fue creciendo en estatura a lo largo de los años y tenía una personalidad más compleja, siendo siempre un militar integrista, fanáticamente católico, con una concepción política deudora de su visión vital conservadora y reaccionaria.
- En el 80 aniversario, ¿qué mensaje le lanzaría, como historiador, a la ciudadanía?
Diría que siempre es muy conveniente conocer lo que ha pasado para entender las raíces de los problemas actuales. El pasado es como el sustrato y el subsuelo donde pisamos en nuestro presente. Por eso, es conveniente comprender el pasado para entender muchas cosas del presente: en el hoy están los ayeres, como diría Jorge Luis Borges, aunque ese ayer haya sido hace 80 años.